Soñabais este cambio desde hacía tiempo. Los niños crecen, las cosas mejoran, lo antiguo era aburrido e impracticable... era el momento y lo hicisteis. Aquella pared os oprimía, era un incordio, hicisteis bien en quitarla. Unir salón y cocina para acceder al patio y dejar entrar la luz natural os ha cambiado la vida. Reconoced que la comunicación entre vosotros ha mejorado mucho, ahora podéis cocinar y discutir al mismo tiempo; ayudar a los niños con las tareas mientras la cena está lista y empieza el partido. Y cuánto espacio para tenerlo todo ordenado. Cada cosa en su sitio y sitio para lo que venga. Tres meses de asambleas familiares, otros tres en busca de la mejor opción, casi seis de reforma y mucho mimo en los detalles han confluido en la cocina perfecta. A gusto de todos: armarios grandes y prácticos para conformar a mamá; lacada y fácil de limpiar como quería papá; blanco neutral para todos; sin tiradores y a la moda, indispensable para María; un toque de negro gótico para no enfadar a Miguel y amarillo feliz para alegrar a Luna. Todos contentos por fin. Que bien que hicisteis el cambio, costó pero era el momento.